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Adicción a internet: la secuela virtual de la pandemia
AUTOR: LETICIA NICOLÁS TRUJILLO Y FRANCISCO R. DE LA PEÑA OLVERA
La infección denominada COVID-19 causada por el virus SARS-CoV 2, identificada a finales de 2019, tiene un alto potencial de contagio y su incidencia ha aumentado exponencialmente en todo el mundo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció que su transmisión generalizada es una pandemia. De acuerdo con esta organización, los síntomas de la enfermedad en alrededor del 80% de los infectados deberían ser equivalentes a los de un resfriado común.
Sin embargo, en algunas personas con vulnerabilidades médicas como enfermedad pulmonar obstructiva crónica, hipertensión arterial, obesidad y diabetes mellitus, entre otras, o en adultos mayores se podrían desencadenar complicaciones que llevarían a agravar la enfermedad o tener como desenlace la muerte. Otros grupos que son especialmente vulnerables son pacientes con afecciones psiquiátricas previas.
La pandemia de la COVID-19 se ha vuelto un problema de salud pública y representa un desafío a la resiliencia biológica, psicológica y social de la humanidad. Las consecuencias psicológicas y psiquiátricas secundarias a este fenómeno obligan a los profesionales de la salud mental a la tarea de estudiar el aumento y/o agravamiento de los trastornos mentales en este confinamiento para poder proporcionar un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno.
Independientemente del miedo a enfermar y morir, la pandemia y la emergencia sanitaria con sus medidas asociadas tienen alcances en otras esferas, como la organización familiar.; los cierres de las escuelas, empresas y lugares públicos; los cambios en las rutinas de trabajo; el aislamiento y los tiempos prolongados frente a un monitor. Estos cambios conducen a sentimientos de impotencia y abandono que incrementan el estrés en las personas, el cual se manifiesta con ansiedad y depresión.
Los resultados de estudios previos sobre los impactos de desastres tales como los ataques terroristas, los fenómenos naturales y algunas epidemias han demostrado que aumentan las tasas de conductas adictivas, como el consumo de alcohol, el tabaquismo, el juego patológico, el juego en línea y el abuso en el uso de internet.
Durante la actual emergencia sanitaria, el reporte reciente de la Comisión Nacional contra las Adicciones (CONADIC) revela que México no ha sido la excepción en este aumento de conductas. Entre los individuos vulnerables ante esta situación de emergencia sanitaria se encuentran las personas que cursan con adicciones, incluido el abuso de sustancias y las adicciones conductuales.
Las adicciones conductuales aparentan no causar daños físicos o biológicos, pero sí pueden causar cambios en la conducta y en el estado de ánimo, que durante el confinamiento físico se pueden exacerbar. En muchos casos se ha facilitado el acceso a internet y a las redes sociales, así como a los juegos en línea, e incluso se les permite a los niños y adolescentes alargar las horas de conexión. En muchos casos estas medidas podrían seguir vigentes incluso después de que pase la emergencia sanitaria.
LAS ADICCIONES CONDUCTUALES
Una adicción sin sustancias es toda aquella conducta repetitiva que en el momento produce placer y alivio tensional, sobre todo en sus primeras etapas, y que lleva a la persona a la pérdida de control de esta, alterando gravemente la vida habitual a nivel familiar, laboral y/o social.
Las conductas adictivas se impulsan al comienzo mediante un mecanismo de reforzamiento positivo, como el placer experimentado o la euforia que ocasiona; conforme la conducta se reproduce de forma constante, el refuerzo se vuelve negativo y la persona termina haciéndolo para aliviar su disforia o malestar emocional (aburrimiento, soledad, rabia, o excitación).
Actualmente se cuenta con evidencia que señala la importancia de clasificar las adicciones conductuales como trastornos, en particular al internet y al juego en línea o a las nuevas tecnologías debido a que cada día aumenta el número de personas que pueden acceder a ellos.
En las adicciones sin sustancia o de la conducta, como son el juego patológico, la adicción a las compras (oniomanía), el trabajo, el sexo o las nuevas tecnologías (aquí se incluye la adicción al internet [AI], al juego en línea, a las redes sociales y a los teléfonos inteligentes o smartphones), se observa una conducta al parecer inofensiva que puede convertirse en adictiva e interferir gravemente en la vida de las personas afectadas.
Este tipo de conductas presenta características clínicas similares a aquellas con sustancias psicoactivas, como la pérdida de control, la excitación excesiva antes de realizar dicha conducta y el alivio momentáneo al realizarla.
ADICCIÓN A INTERNET DURANTE LA PANDEMIA POR COVID-19
Diferentes estudios realizados alrededor del mundo han demostrado un acelerado aumento en la cifra del uso problemático o AI, así como a la adicción a los juegos en línea, siendo los niños y jóvenes el grupo en el que más se ha incrementado. Son ellos una población especialmente vulnerable para desarrollar una adicción a internet, redes sociales o los videojuegos, debido a que su cerebro aún se encuentra en proceso de desarrollo y los dispositivos electrónicos están cada vez más presentes en todo su entorno como un estímulo constante.
En Suiza, el informe encargado por la Oficina Federal de Salud Pública publicado en 2018 reveló que alrededor de 70,000 personas (el 1% de la población) tienen un uso problemático de internet.
En un estudio realizado en China, en el cual participaron 6416 personas (47% hombres; edad media 28 años), se realizaron encuestas en un sitio web de comercio electrónico y otros foros en línea durante la semana del 24 al 31 de marzo de 2020. El objetivo fue obtener información sobre los efectos de la pandemia de COVID-19 sobre la AI.
Según el cuestionario utilizado para este fin, el 4.3% obtuvo una puntuación en el rango de adicción a internet grave; casi la mitad de los participantes señaló que la AI aumentó desde el comienzo de la pandemia.
Otro estudio llevado a cabo en México utilizó una muestra de 300 estudiantes universitarios evaluados mediante un cuestionario que mide la AI. Se evaluaron a 150 participantes antes del confinamiento físico y a 150 durante el confinamiento físico.
En la primera muestra, el 30% de los participantes fueron hombres y 70% fueron mujeres y en la segunda muestra, el 34% de los participantes fueron hombres y el 66% fueron mujeres. La edad promedio de inicio en el uso de internet para ambas muestras fue de 11 años. Se reportó un aumento en el tiempo de estar conectados a internet, ya que antes del confinamiento físico, los participantes pasaban navegando en promedio 5.47 horas, mientras que durante el confinamiento físico lo hacían en promedio 10.09 horas.
Según una investigación llevada a cabo por la Universidad Miguel Hernández en España, el grupo más vulnerable a la AI son los menores de edad. Se estima que cerca de un 15% de todos ellos utilizaban dispositivos electrónicos más de 90 minutos al día para acceder a las redes sociales, para ver videos, consultar el correo electrónico y/o navegar por internet antes de la pandemia de la COVID-19. Sin embargo, a partir del período de la cuarentena, esta cifra alcanzó hasta el 73%.
Un estudio en menores de edad de la Universidad de Valencia y la Fundación Mapfre en España reportó que previamente a la emergencia sanitaria ya se conocía que un 15% de esta población tenía un exceso e incluso abuso de la tecnología. Además, de todos ellos, se calcula que un 2.5% contaba con una AI.
Dentro de la AI se encuentra el uso patológico de las redes sociales. Para algunas personas, estar ausente de las redes sociales aunque sea por cortos periodos conduce a síntomas clásicos de abstinencia, descritos como ansia de conectarse en línea al menos tres veces al día, aburrimiento y cambios de humor.
Algunos expertos en estudios de las redes sociales explican que, al igual que las máquinas tragamonedas, las aplicaciones de redes sociales están diseñadas deliberadamente para estimular la liberación de dopamina, que es un químico cerebral que desempeña un papel clave en la formación de hábitos y adicciones.
Algunos estudios hechos por empresas mercantiles señalan que entre los 10 países con mayor conexión a redes sociales por usuario por hora hay tres latinoamericanos: Brasil, en segundo lugar, con 3 horas y 39 minutos; Argentina, en el quinto puesto, con 3 horas y 9 minutos; y México, en el séptimo lugar, con 3 horas y 7 minutos. Filipinas, ocupa el primer lugar mundial con un uso promedio de casi 4 horas por día por persona.
La investigadora Española Ana Estévez, quien se desarrolla en la línea de investigación de las adicciones, señala: “Hay en la actualidad un uso generalizado de internet que afecta a todas las edades y cada vez se utilizan más las tecnologías para casi todos los aspectos de la vida, pero para que ese uso se convierta en adicción se requieren otros componentes, como que se utilice para calmar emociones y no afrontar problemas”. Ella opina que la actual situación de confinamiento es “excepcional, nunca se había conocido y nos cambiará, pero aún no sabemos cómo”. Explica también que las personas que viven solas son otra población en riesgo para desarrollar abuso en el uso de internet durante la emergencia sanitaria por la COVID-19, ya este grupo se encuentra con mayor necesidad de comunicarse con los demás y, debido a las circunstancias de la pandemia, la forma más viable que encuentran para lograrlo es a través de las nuevas tecnologías. Asimismo, señala que debido a que se encuentran solos, el juego en línea puede ser otra forma de distracción para ellos, exponiéndolos a un tiempo mucho más prolongado de conexión a las redes.
El confinamiento tampoco resulta fácil para el resto de las personas que comparten la vivienda con más familiares o con niños pequeños a su cargo, por lo que también son vulnerables a este tipo de adicciones conductuales.
Las medidas de emergencia sanitaria, como el “aislamiento social”, dictadas por los gobiernos de todo el mundo para evitar el contagio durante la pandemia han transformado el estilo de vida de la mayoría de la gente en todos los países. En consecuencia, se ha fomentado el abuso de la tecnología, lo que ha propiciado el aumento de la AI.
El crecimiento tan excepcional de esta adicción obedece a varios motivos relacionados con el confinamiento, entre los que destacan:
En el contexto de la pandemia, la estancia en casa debido a la emergencia sanitaria y la escuela en línea han provocado un aumento considerable en el uso de dispositivos entre los niños y los jóvenes.
Tanto los padres como los docentes creen que el uso de dispositivos contribuye al aislamiento de los miembros en la familia, aumenta los conflictos con los hijos y la radiación luminosa de las pantallas, así como los problemas en los ciclos de sueño/vigilia.
Los juegos virtuales y la comunicación a distancia con los amigos que no pueden ver de forma presencial se convierten en una forma de convivencia que alarga el tiempo que la persona pasa conectada en línea.
COMORBILIDADES EN LA ADICCIÓN A INTERNET
Las comorbilidades por la AI más citadas en múltiples publicaciones son la ansiedad, la depresión y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
En una revisión se encontró que el 75% de los sujetos con AI presenta correlación con depresión, 100% con trastorno por déficit de atención e hiperactividad, 57% con ansiedad, 60% con síntomas obsesivos compulsivos y 66% con hostilidad/agresión.
Algunos estudios han encontrado una asociación de hasta el 15% para trastorno de ansiedad social.
TRATAMIENTO PARA LA ADICCIÓN A INTERNET
Se ha observado en la clínica que, en la mayoría de los casos, las personas que padecen AI o cualquier otra adicción conductual no siguen ningún tratamiento; sin embargo, hay evidencia que confirma que las personas que piden ayuda logran mejorar de forma considerable su calidad de vida. El abordaje multidisciplinario en las adicciones ha demostrado una mejora considerable en estos trastornos, siendo la terapia psicológica, específicamente la terapia cognitivo-conductual (TCC), una herramienta imprescindible y fundamental en la intervención.
En especial en la población de niños y adolescentes, se debe considerar a los padres dentro del tratamiento. Los padres deben recibir psicoeducación, la cual incluye información científica sobre la AI, estrategias de afrontamiento y medidas de acción para el control de la AI en sus hijos. Los padres deben tener el control sobre los dispositivos y el tiempo de uso; es su obligación y responsabilidad supervisar las páginas que visita el menor y los juegos que juega en línea; además, debe ofrecerle estrategias de afrontamiento nuevas mediante otras actividades que pueden ser físicas o artísticas y que no involucren la internet.
Debido a que la adicción siempre se acompaña de comorbilidades, los tratamientos farmacológicos van encausados más a estos trastornos previos.
ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO
Durante la pandemia hay que tener un plan estratégico con todos los miembros de la familia para evitar la aparición de trastornos mentales y físicos mientras se esté en cuarentena, en particular con los grupos de riesgo.
Las estrategias de afrontamiento saludables en general para la familia pueden ser:
Para tratar la AI y la adicción al juego en línea, la técnica de terapia psicológica más utilizada es la TCC. Esta se desarrolla bajo un enfoque individual alternado con sesiones grupales, tanto en adultos como en niños y adolescentes.
El programa típico de la TCC tiene una duración de 2 meses en ocho a 28 sesiones; asimismo, combina sesiones individuales y de grupo con duración de 1 a 2 horas. Algunos estudios han utilizado otras intervenciones que combinan terapia individual y de grupo como tratamiento, adhiriendo además grupos familiares intervenidos simultáneamente. La TCC se usa con más frecuencia en combinación con un tratamiento psicofarmacológico.
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
Si bien no existe en sí un fármaco para las adicciones conductuales, sí hay literatura sobre el uso de psicofármacos para el tratamiento del juego patológico. La evidencia con mayor eficacia se halla en el uso de los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina (ISRS), como fluoxetina.
También se han utilizado antagonistas dopaminérgicos (naltrexona) y estabilizadores del humor (topiramato y valproato) con eficacia demostrada frente a placebo.
En otras investigaciones, un estudio comparativo examinó a 34 controles con y sin adicción al juego en línea (AJI) y sujetos con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) con y sin AJI (media de edad= 27 años, DE=6.5 años). Los sujetos con TOC fueron tratados con tratamiento estándar (inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina, clomipramina o clonazepam) durante 1 año.
Los sujetos con AJI y TOC recibieron los siguientes medicamentos: fluvoxamina (n=5; 150 a 200 mg/ día), sertralina (n=4; 150 a 200 mg/día), fluoxetina (n=1; 60 mg/día) o clomipramina (n=1; 200 mg/día).
Al finalizar el estudio, el tratamiento mejoró tanto los síntomas de TOC como los puntajes de la AJI. En otro estudio de casos con tratamiento combinado (terapia cognitivo-conductual + clonazepam + sertralina) durante 3 meses se encontró efectividad para reducir la ansiedad y los síntomas de AJI.
Para la adicción a internet se ha propuesto que bupropión puede ser eficaz para el deseo y para la actividad relacionada con los videojuegos.
Existen evidencias del uso de naltrexona en esta adicción. Se ha planteado el uso de estabilizadores del ánimo para su tratamiento, aunque faltan más investigaciones para poder disponer de una evidencia sólida.
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